El hambre es una necesidad fisiológica. La ansiedad es una respuesta del ante ciertas situaciones. Ambas pueden tener un mismo origen, organismo aunque también puede suceder que una sea efecto de la otra.
Romper con el círculo
Si ya nos percatamos de la relación que tiene el hambre con la ansiedad y a la inversa, lo que sigue es romper con esa asociación. La primera recomendación es identificar que no es apetito. Ante las primeras señales de hambre, podemos esperar un poco para acostumbrar a nuestro organismo a que no recibirá alimento de forma inmediata. Cuando sentimos ansiedad por alguna situación, debemos evitar comer para mitigarla, porque el origen de la sensación de hambre no es la necesidad de alimento sino la búsqueda de algo que nos tranquilice.Los aspectos emocionales tienen una gran participación en el proceso de sobrepeso hasta la obesidad. Por ello el tratamiento psicológico aunado a la modi- ficación de los hábitos y costumbres es el eje de la solución , en nuestro medio tales cambios son los más difíciles de ejecutar por lo que el tratamiento farma- cológico puede ser una opción que tu médico puede elegir para ti.
Busca la adaptación
No es posible vivir en un mundo sin estrés, por lo que nuestra capacidad de adap- tación debe ponerse en marcha de una forma constructiva y orientada a vivir en la mayor armonía posible con el medio. Comer por ansiedad es tratar de encontrar un poco de paz y remanso ante las situaciones adversas; sin embargo, no es una forma sana de responder ante estas situaciones.
Consulta a tu especialista si crees que puede ser la razón de un desorden en tu alimentación.
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